jueves, 5 de enero de 2012

LA HORA DEL CUENTO Y LA AFICIÓN A LA LECTURA

 

¿Qué relación existe entre los cuentos y la lectura? ¿Por qué todo el mundo recomienda los cuentos para fomentar el hábito lector?


La verdad es que realmente esta forma de fomentar la lectura desde que son muy pequeñit@s, mucho antes incluso de que reconozcan las letras, no tiene nada que ver con los cuentos. Realmente, con lo que tiene que ver, es con los libros.
La lectura se lleva a cabo en torno a un libro. Las ganas o la ilusión con la que un niñ@ se adentra en el mundo de la lectura dependerá de qué opine el niñ@ de los libros cuando le toque empezar a leer.
Evidentemente, cualquier padre querrá entonces que su hij@ ame los libros, aun sin saber leer. ¿Y cómo se consigue eso? ¿Cómo se puede hacer que un niñ@ ame algo que ni siquiera entiende? ¿Cómo conseguir que un niñ@ ame un objeto que no tiene luces, botones o pantallas luminosas, y que a simple vista, y comparado con el resto de juguetes y demás objetos a los que se ha acostumbrado desde pequeñito, no parece especialmente interesante? La mejor forma de conseguir esto, sin duda, es asociar ese objeto a algo -o mejor aún- a alguien, que él ya ame.
A nadie ama más un niñ@ en el mundo que a sus padres. A partir de aquí ya tenemos un objetivo claro: tratar de que en la mente del niñ@ los libros se asocien a su papá o mamá. Podríamos tratar de conseguir esto de mil formas: llevando un libro siempre con nosotros o sustituyendo juguetes por libros. Pero hay una realmente superior: la hora del cuento.
Y he escrito a propósito la expresión. No he escrito “los cuentos”, o “contar cuentos”, o “leerles de vez en cuando”. He escrito “la hora del cuento” porque esos minutos que cada día podéis dedicar  a vuestros hij@s en exclusiva, justo antes de dormir, son para ell@s “la joya de la corona”, “la creme de la creme”. En ese momento, los niños disfrutan de su padre o su madre al 100%, con una dedicación absoluta, con la única intención de entretenerles. Y luego se duermen felices. Y así cada día.
Claramente, no hay mejor juguete para un niñ@ que su padre/madre.
Y no habrá mejor recuerdo en la mente de ese niñ@ que esos ratos con su padre/madre. Por eso, si se viven esos momentos alrededor de un libro, desde que son muy pequeñit@s, para ell@s el libro será sinónimo de lo mejor que les puede ocurrir. Será la forma de acercarse al mundo de los mayores, y por ello acogerán encantados el momento de aprender a leer, superando las dificultades y el esfuerzo que les pueda suponer.
Por eso la afición por la lectura empieza con ese libro de dibujos y texturas para bebés que no tiene una sola letra. Por eso, por la “hora del cuento.

Una sugerencia:



El sueño de Lu Shzu 
Ricardo Gómez Gil y Tesa González García (Ilustr.)
Editorial:
Edelvives
Colección: Álbumes ilustrados
“Para las niñas y los niños de todas las edades”


Una muñeca de trapo, que ha cumplido muchos años, nos cuenta una historia maravillosa que transcurre en la ciudad de Shenzen, junto al delta del Río de la Perla. En esta ciudad, hay muchas fábricas de juguetes y en ellas trabajan las dagonmei. 

Lu Shzu era una dagonmei. Cuando sus dedos eran pequeñitos, colocaba los ojos de las muñecas. Después creció y sus dedos se hicieron grandes, entonces se encargaba de unir los brazos y las piernas de las muñecas. Un día decidieron que sus dedos ya no eran útiles para trabajos tan precisos y la destinaron a una mesa de empaquetado donde Lu Shzu vio por primera vez muñecas enteras con sus vestidos de colores.  En ese momento pensó que ella también quería tener una muñeca.

Por las noches soñaba con su muñeca e imaginaba que su abuela tejía para ella un vestido de fiesta. Un día decidió no conformarse y hacer caso a sus sueños. Así que ideó un plan “peligroso”.
No es posible leer El sueño de Lu Shzu sin emocionarse. Esta historia, delicada y hermosa, nos recuerda que los sueños pueden cambiar nuestras vidas. Las ilustraciones de Tesa González tienen un trazo tan poderoso y extraordinario que consiguen que entremos en un territorio mágico. Os invito a explorarlo.

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